Un país de sonrisas…MYANMAR

Llevábamos varios meses viajando y cumpliendo un sueño, viviendo el día a día como si fuera el último o el primero de nuestras vidas. Hasta este momento nuestros ojos se habían maravillado ante monumentos que solo habíamos visto en las películas o escuchado en los cuentos de niños. En todo este tiempo nuestros paladares habían degustado un sin fin de sabores, de mezclas y de olores, que cada día deleitaban nuestras papilas gustativas hasta decir basta. Nuestros ojos no querían dormir, se resistían al sueño, ya que no querían despertar nunca. ¡Myanmar!




Empieza el viaje

Pero como si de arte de magia se tratara, allí estábamos los dos tomados por aquel hilo invisible que se llama destino, para embarcarnos en una nueva aventura donde lo imposible se haría posible y lo mejor de todo, lo viviríamos juntos.

Dicen que toda buena historia empieza con un gran relato. Querido lector no se si mi historia sea grande y singular para ti, pero lo que si sé, es que cuanto yo viví es todo lo que puedo contarte y es todo cuanto hizo vibrar mi corazón.

Cuando viajas a un país del que todos los de tu alrededor poco saben, se convierte en una caja de sorpresas. Es verdad que antes de tomar el vuelo intentamos descubrir un poco a donde nos dirigíamos, ya que lo único que sabíamos a ciencia cierta, es que a pesar de no haber estado nunca en aquellas tierras tan lejanas, nuestros corazones sabían que debíamos ir.

La conexión 

Podríamos llamarlo intuición o simplemente delirios de viajero, pero una cosa es cierta, y es que desde el primer momento en que nos bajamos del avión hubo una conexión invisible y sublime. Ahí estábamos los dos ante todo aquel abanico de posibilidades, nada se nos resistiría y como dos buenos amantes de la aventura, del mundo y de todo cuento la vida quiera mostrarnos para aprender, estábamos preparados para vivir esta nueva historia con los abrazos abiertos.

Al bajarnos del avión la primera gran sorpresa fueron sus labios, decenas, centenares y miles de labios que en cuanto nos veían formaban una bella y hermosa sonrisa. Como cuando llegas a casa de los abuelos y al mirarte solo con su sonrisa sabes que te han echado de menos, esa sonrisa que te hace sentir en casa. Esa sonrisa que te da tu madre o tu padre al despertarte todas las mañanas.

Parecía mentira, pero una cosa os digo, no conocíamos a nadie, pues eso era lo que creíamos. Pero las sonrisas lo decían todo sin decir nada. Desde el primer momento todos los desconocidos se volvieron familia. A pesar de no volvernos a ver nunca, a pesar de no hablar el mismo idioma, solo bastó una sonrisa para entendernos.

El descubrimiento

Durante casi un mes nos sumergimos en un mundo diferente, otra cultura, otras formas de ver y hacer la vida. Un mundo con otras historias y leyendas que antes no conocíamos. Viajamos a un lugar donde las palabras se escriben de tal forma que a pesar de nuestros intentos poco llegamos a descifrar. Un mundo donde el pasado aun permanece latente en las costumbres del día a día, que comienza con los primeros rayos de sol.

Podría deciros que el país al que llegamos era perfecto, pero eso sería mentiros, ya que la perfección es solo una ilusión. Pero lo que os puedo decir, es que en su imperfección, en sus diferencias y en sus similitudes a a las nuestras, aprendimos todo cuanto supimos aprender.

Disfrutamos de los rayos del sol cada mañana, de los paisajes de los arrozales, de la vida ruidosa de las ciudades y de la vida hogareña de las aldeas. Conocimos templos dorados que se elevaban hacia al sol como verdaderas montañas, budas gigantes que con tan solo mirarlos tu mundo entero se cuestionaba. Nos adentramos en cuevas sagradas donde aun hay secretos que no pueden ser revelados.

Nos aventuramos en sus carreteras recorriendo kilómetros y kilómetros hasta llegar a templos de piedra. En estos templos por un momento sentimos que estábamos en tierra de dioses. Navegamos por sus ríos y lagos, nos mojamos con sus días de tormenta y cada noche cuando el sol se escondía vimos las estrellas.

Desde la primera sonrisa, desde el primer té, desde el primer claxon, desde la primera lluvia; desde el primer momento hasta el último lo vivimos intensamente y agradecidos. Parece mentira como el mundo a pesar de ser solo un punto en el infinito del universo, en su interior es tan variado y asombroso. Y fue así como en esta aventura descubrimos un país de sonrisas…para nosotros Myanmar.

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